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FENICIOS: CERRO SALOMÓN

Fotografía de archivo

A. Poblado tartésico de Cerro Salomón.
Sobre el Cerro Salomón de Minas de Riotinto se excavó un poblado minero de gran interés: éste abarcaba la totalidad del cerro, y el poblado, cuyas casas se construyeron acarreando pizarra y arcilla, se encarama a una considerable altura.

Se trata pues de un poblado minero con una cronología de entre los ss. VIII - IV a.C., y pese a que no se excavó en su total extensión, ésta se conoce por los objetos recogidos en superficie. Las habitaciones se agrupan en casas y en orden variables, con aparejo de piedra sin escuadrar puesta en seco; carecen de cimientos y su técnica recuerda a la de los chozos de los pastores; los pavimentos son de piedra dispuestas en lajas horizontales, siendo en algunas casas de barro. Sin embargo, no aparece una clara disposición en calles del trazado urbanístico, algo propio de la arquitectura primitiva. Una casa conservaba el hogar, revestido de arcilla muy dura con dos losas de pizarra en el fondo, y las cenizas y restos de cocina se extendían por el suelo, sin preocupación por la limpieza, que sería sustituída por un nuevo pavimento.

En cuanto a la cerámica hallada en Cerro Salomón encontramos un número considerable de piezas a mano y no menos a torno. Las primeras tienen paralelos en la Meseta; las segundas demuestran la llegada a la costa de los colonizadores orientales. El catálogo de las cerámicas a torno comprende ánforas pequeñas y medianas en forma de odre, ampollas de barro fino, trípodes, lucernas bicornes y monocornes, platos y platillos de barniz rojo.

B. Poblado indígena de influencia semítica: Cerro Salomón.
Este caso está muy bien estudiado gracias a excavaciones de A. Blanco, J. M. Luzón y D. Ruiz Mata en el Cerro Salomón, nombre que se dió a este cerro que dominaba las explotaciones en el s. XVIII. Al pie del mismo, se halla la Cueva del Lago, de donde nace el río Tinto, que bien podría ser el que nace de raíces argénteas, cueva que no obstante desapareció debido a los trabajos mineros del s. XIX. En cualquier caso, el río Tinto, tanto en la Antigüedad, como en los últimos tiempos ofrecía una fácil salida de los minerales hasta la desembocadura en la Ría de Huelva, que se erigía en un importante centro comercial e industrial en la Edad del Bronce.

En Riotinto, famoso por sus explotaciones en época arcaica de plata y oro, afloran por todos los lugares los restos de trabajos antiguos y montones de escorias que se han calculado entre unos 16 y 20 millones de toneladas, escorias que proceden de una antigua metalurgia de la plata, y en una proporción menor, de minerales de cobre. En zonas como Tharsis o Sotiel-Coronada existen casi otro medio centenar de filones, pero en ningún caso ofrecen la importacia y envergadura de los de Riotinto. Aquí, según sus investigadores, coexisten las corrientes culturales del centro y norte de la Península con las poderosas influencias colonizadoras de los pueblos mediterráneos. Como en antaño, la única razón de ser de este poblado era la actividad minerometalúrgica.

El poblado, extendiéndose, como señalé anteriormente, se extiende por la totalidad del Cerro Salomón en una extensión de alrededor de un kilómetro: en la parte NO, los restos materiales son de fecha más reciente, encontrando sobre todo cerámica ática. Las casas están construídas con un número indeterminado de habitaciones, pequeñas, rectangulares y sin orden aparente; los muros están construidos con dos o tres filas de piedras sin labrar, unidas en seco; tampoco se han detectado cimientos, lo que indica que la techumbre estaría formada por materiales ligeros, como ocurre en Aljaraque y Toscanos. De la base de la pared arranca el pavimento formado de hojas de pizarra dispuestas horizontalmente y sostenidas en su posición por otras placas de la misma piedra, que se embutían en el suelo a trechos, en hileras, y que asomaban uno de los bordes, técnica ésta que se documenta en un conjunto de habitaciones. En una habitación los investigadores encontraron dos pavimentos superpuestos de barro. También destacar el caso en el que en aquellas habitaciones en las que el suelo formaba una pendiente muy inclinada, el desnivel se salvaba con un pavimento escalonado, con una hilera de piedras en el borde del escalón.

No obstante, no se han encontrado muros revestidos de barro, han hallado trozos sueltos de revestimiento, que pueden pertenecer a éstos o que se han desprendido de la techumbre. Por su parte, la puerta estaba precedida de un muro curvo, y esta idea de proteger la puerta mediante un tabique es nueva en la arquitectura hispana, mientras que por contra se documenta en poblados de Palestina, como da a conocer B. Rothenberg.

Otro de los problemas estriba en que la parte excavada no dió una idea exacta del sentido de las calles, ni de la disposición de las casas. El terreno parece estar cubierto todo él por una verdadera red de muros y construcciones.

En todas las habitaciones se ha recogido abundante carbón y cerámica; en una de ellas ha aparecido un hogar, revestido de arcilla muy dura y con dos losas de pizarra en posición horizontal en el fondo: de cualquier modo, cenizas y carbón permiten sospechar que los moradores vivían sobre los propios desperdicios. E incluso los pavimentos superpuestos a distintas profundidades indican que se colocaban para tapar los desperdicios. Pese a todo, la ocupación de las casas no debió de ser larga. El problema del abastecimiento del agua no fue tal: ésta mana en diversos puntos del cerro y de su vecino el Cerro Colorado; en cambio, no se encuentran pizarras en las proximidades, pese a que el Cerro Salomón esté lleno de ellas, por lo que habría que suponer una intensa actividad de acarreo de ésta, al igual que la arcilla empleada como cemento por su consistencia, que tampoco procede de la región.

Blanco, Luzón y Ruiz Mata estudiaron asimismo la minería y metalúrgia del Cerro Salomón, observando como gruesas vetas de mineral de plata recorren el subsuelo del poblado a escasa profundidad, siendo explotado por sus habitantes al menos desde el s. VII a.C., a juzgar por la cerámica. Las entradas se encuentran señalizadas por pequeñas bocas de túneles, y las herramientas utilizadas en la extracción de la plata, martillos y picos, son similares a las que utiliza la Península desde el Bronce I, de las que tanto en Riotinto como en otros puntos de la provincia se han recogido cantidades ingentes. Por ejemplo, en la cueva próxima a la Mesa de los Pinos, en Riotinto, a finales del s. XIX se encontró una tonelada de ellas apiladas; pese a todo ninguna de ellas ha aparecido dentro de las casas del poblado ni con un contexto arqueológico que se feche con la suficiente seguridad.

En las viviendas aparecerán útiles de metalúrgia y restos de fundiciones. En el primer de los casos, son restos de granito, a veces casi esféricos, y que encajan perfectamente, gracias a su forma y tamaño, en los huecos de yunques de la misma piedra: un ejemplar bien conservado nos muestra como la cara superior presenta cinco depresiones a modo de cazoleta, mientras que la inferior tres profundas y tres menos marcadas. El fondo de una de estas cazoletas está perforado por un orificio que atraviesa el yunque, producido por un exceso en su uso.

Martillos y yunques similares se empleabam en los poblados mineros de Arabab occidental en el s. X a.C., martillos de minero cuyo prototipo fue traído por los fenicios, y así se han recogido por toda Sierra Morena, demostrando una intensa actividad metalúrgica y minera en el reino de Tartessos, según indican las fuentes: abundan en la provincia onubense (en Riotinto y Tejada se han recogido más de un centenar), así como en el Cerro Muriano de Córdoba (caso en el que aparece junto a morteros y yunques como los de Riotinto). La finalidad de estos yunques sería la de triturar los minerales muy ricos antes de proceder a la fundición. Frecuente era del mismo modo encontrar tales cazoletas en relación con la metalúrgia primitiva, incluso excavadas en rocas.

En el interior de las casas, junto a las cerámicas, los huesos y el carbón, se encuentran escorias y restos de plomo derretido, lo que indica que el proceso de fundición se haría en las mismas casas, como actividad doméstica. De hecho se deduce, según los análisis de la escoria, que ésta contenía un elevado porcentaje de plata, alrededor de 600 gramos por tonelada, cantidad bastante considerable incluso en época moderna. Por su parte, el abundante plomo derretido se utilizaba en la copelación. También se han encontrado fragmentos de toberas de barro en forma de cuerno y prismáticas, utilizadas para alimentar de aire hornos fromados por simples hoyos practicados en el suelo. Su parte exterior está vitrificada y tienen una costra pardusca de escoria adherida; en tanto que el conducto interior está limpio. No han aparecido de momento, toberas con anillo de agarre, ni de boca perforada y taponada, como en Marsella. El diámetro del conducto de aire disminuye según se aproxima a la boca, su extremo se introduce en el hoyo en medio del carbón y por debajo del manto de mineral y sílice mezclados, que se arrojaba a puñados dentro del horno abierto, excediéndose en la cantidad de sílice.

En Cerro Salomón no han aparecido hornos de fundición, pero sí testimonios de que el mineral era tratado sobre el mismo terreno, probablemente sobre hornos más primitivos, simples agujeros en la tierra en los que el mineral, triturado y mezclado con sílice, era sometido a un fuego avivado por fuelles o por el viento; esta técnica se documenta por ejemplo en el hogar de la ya mencionada casa número I. Esta técnica está documentada ya en el Próximo Oriente en el s. X a.C. Riotinto aplica el sistema de triturar y fundir los metales para la obtención de la plata, técnica que a su vez es distinta de la empleada por los metalúrgicos de El Argar para la obtención de la plata durante el segundo milenio.

Entre el material hallado en superficie podríamos destacar los siguientes: un fragmento de morillo de barro, que prueba la presencia de gente del norte atraídas por las minas, según se muestra por la similitud en su tipología a los hallados por J. Maluquer en Cortes de Navarra; fragmentos de plato de barniz rojo bien torneado, ya fuese anaranjado o amarillo, que pertenecen al plato púnico que aparece en el periodo orientalizante en la mayoría de los yacimientos, y en gran abundancia en las tumbas de Huelva; también ha aparecido una fuente de barro anaranjada bien torneada; un plato de barro gris claro; un vaso de cuello cóncavo y corto de barro poco depurado; un vaso de cuello corto y cuerpo esférico; una piedra granítica recubierta de cazoletas, semejante a las halladas en otras minas onubenses y también encontradas en Córdoba, similares al empleado por los metalúrgicos del Arabab occidental; así como fragmentos de vasos de grandes proporciones y borde vuelto, cuyo cuello está decorado por una línea en zig-zag incisa marcada por otra línea, incisa también, que rodea al vaso de barro sin depurar.

En la casa A se hallaron cerámicas de importación y de tradición indígena. Faltan los restos de muros; las losas de pizarra blanca se encuentran a distintas profundidades; y debajo de los pavimentos de pizarra se ha recogido una serie de cerámica muy basta, moldeada a mano y decorada con pellizcos en la mitad superior, que se alineaban en dirección este-oeste, con una distancia entre si de 0,95metros; probablemente se trata de enterramientos en el interior de las casas, pese a que no han aparecido cenizas en las urnas, debido posiblemente a la corrosión originada por el agua de lluvia, mineralizada por el lavado del monte. El pavimento servía a su vez de tapadera.

También en este caso se han encontrado fragmentos de dos ampollas piriformes gemelas de las aparecidas en Carmona, El Carambolo, Mas de Mussols y Torre del Mar, cuyo prototipo vendría de Fenicia y no de Chipre: así, se han hallado en Achziv -en Biblos-, en donde se fechan antes del 650 a.C.; así como en Beirut. W. Culican cataloga y analiza también los trípodes, que aparecen en Rachgoun, Mersa Madakh, Mogador, Carmona, Toscanos, Motya, Tharros, Populonia y Cartago; en Oriente en Meggido, que tienen un cierto parecido a los ejemplares del Occidente; en Hazor, en Atlit (s. VIII a.C.), en Sarafend y en Tell Tainat, en donde también se han hallado tres ejemplares que se emparentando con los aparecidos en Occidente. En Fenicia tales trípodes son raros, no hallándose en las tumbas de Khalde, ni en las de Achziv, ni en Chipre; se conocen dos ejemplares en Nimrud, lo que indica que el prototipo llega directamente de Fenicia al Occidente. También se ha recogido un fragmento de una lucerna de dos mechas, de barro anaranjado y con señales de fuego; un cuello largo de vasija de largas dimensiones, decorada con una combinación de líneas onduladas y en zig-zag, de barro pardusco poco depurado; un vaso negruzco a mano, de borde plano y decoración hecha a presión con los dedos, extendiéndose por el cuello y parte del cuerpo, y un fragmento de un asa de tipo púnico.

Asimismo, en la habitación número I se halló una fíbula de bronce con incisiones geométricas; varios fragmentos de ánforas de tipo púnico; fragmentos de una fuente de tres pies, que remonta a prototipos orientales una olla de cuello corto con el hombro decorado con una línea de impresiones hechas a mano; un fragmento de toberas; un vaso d ecuello corto con el hombro decorado con impresiones a dedo y el cuello con una línea incisa en zig-zag; un fragmento de ampolla de tipo amarillento de una forma ya documentada; y una olla de cuello muy corto y borde proyectado al exerior, decorada por una línea incisa, y el cuerpo, por una serike de líneas parelelas oblicuas, incisas también, y un cuenco de fondo redondeado de barro negruzco.

Por su parte, en la habitación número II se encontraron restos de escorias, huesos calcinados, trozos de carbón vegetal, fragmentos de cerámica, todo ello asentado sobre unb paviemento de barro poco depurado y con granos de sílice, debajo del cual había otro igual que hubo de ser restaurado, echando una nueva capa de barro de gran consistencia.

En la habitación número III la cerámica era muy abundante; así, a 1,15 cm. de profundidad apareció un vaso aplastado casi al completo. La cerámica más abundante eran ánforas púnicas, de forma ovoide, así como la cerámica de barro oscuro y poco cocido. A 30 cm. de profundidad de halló una capa de cenizas, carbón, huesos quemados, escorias y plomo derretido, en pedazos diminutos; fue también en este estrato en el que se recogió una lucerna de dos pisos, hecha de barro anaranjado y con huellas de barniz rojo.

La habitación número IV contaba con numerosos fragmentos de plomo derretido, con disco perforado de este mismo metal, parte de un molino de mano tallado en gossam y fragmentos de cerámica. La habitación número V contaba con un pavimento de pizarra perfectamente conservado. Debajo se extendía, al igual que en los casos anteriores, una capa de 25 cm. de espesor, en la que la tierra estaba mezclada con pedazos de cerámica. Otras losas colocadas en posición horizontal indicaban la existencia de un pavimento semejante al de la parte alta. Mientas, en la capa inferior aparecían huesos calcinados, carbón y huellas de fuego, como en otras habitaciones, a una profundidad de 20 ó 30 cm. Abundan los vasos fabricados a mano, con barro poco depurado. También es de destacar la pared y el borde de un recipiente con asa de pestaña de barro de color tabaco oscuro bruñido.

La habitación número VI tenía un pavimento de pizarra, debajo del que se encontraron fragmentos de un ánfora ovoide de tipo púnico, con taladros, de barro anaranjado. En ella se encontraron muchos fragmentos de ánforas de tipo púnico, junto con otros de cerámica moldeada a mano, con barro muy basto y mal conocido. Las ánforas son de tipo fenicio y se caracterizan por su forma de odre, por tener asas anulares aplicadas bajo el hombro, que suele ser ancho, abombado ligeramente y formando un ángulo con el cuello del recipiente. Este tipo de ánfora suele aparecer, en el territorio español, en establecimientos costeros y en los poblados del valle del Guadalquivir. La función que tenían era la de envasar vino o aceite, mostrando a todas cuentas un intenso comercio entre la costa y el interior. A partir de los 30 cm. aparecen en cantidad carbón, esociras, cerámica quemada y huesos, todo ello en una capa de tierra quemada; así como también aparecen ánforas de tipo púnico, de barro anaranjado y dos pies de trípode.

Por último, en la habitación número VIII existía, al igual que en los anteriores casos, un enlosado de pizarra, con piedras colocadas en posición vertical, pavimento sobre el que aparecieron los fragmentos de un gran vaso decorado con triángulos en relieve.

Por tanto, y concluyendo esta exposición que ha de poner fin a este trabajo que nos ocupa, decir que el poblado minero indígena de Cerro Salomón, poblado con gentes indoeuropeas, procedentes posiblemente de la Meseta, así como lo señala la cerámica incisa, se encontraba bajo un influjo directo de los colonos semitas, de los fenicios, como así lo indican las lucernas, ánforas, trípodes, las ampollas piriformes, las técnicas metalúrgicas y las casas, donde la presencia de pueblos del Norte se deja sentir también, confirmando los datos deducidos de los bronces hallados en la ría de Huelva y en otros lugares de Tartessos. Un ara hallada en Riotinto responde igualmente a un prototipo púnico.

Es un reportaje de:

Agosto de 2004
  BIBLIOGRAFÍA.
· AUBET, M.E. (1997): Tiro y las colonias fenicias de Occidente. Ed. Crítica. Barcelona.
· BLÁZQUEZ MARTÍNEZ, J.M. Y OTROS: Historia de España Antigua I. Protohistoria. Ed. Cátedra. Madrid, 1980.